Tardía preocupación por el crecimiento
Hermann González economista principal BBVA Research
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Hermann González
Muchos advertimos hace algunos años sobre el riesgo que significaba la inexistencia de medidas pro crecimiento en el programa de gobierno. Se pensaba que el crecimiento estaba garantizado y que no sería afectado por una reforma tributaria que elevaba significativamente la carga impositiva, ni por iniciativas que complejizaban las relaciones laborales y que abrían un amplio abanico de incertidumbre con la discusión de una reforma constitucional.
Luego de tres años de gobierno la evidencia es contundente. El análisis de base fue errado y el crecimiento económico no estaba garantizado. No se evaluó adecuadamente el efecto que tendría la caída del precio del cobre, mientras que la incertidumbre interna y la mayor carga tributaria golpearon con fuerza a la inversión, a tal punto de llevar a la economía al borde de una recesión auto infringida. Asertivamente, un 67% de la población según la encuesta CEP cree que Chile está estancado, un máximo en diecisiete años.
Las implicancias directas de este menor crecimiento son claras y directamente perceptibles para la ciudadanía. Por un lado, menores oportunidades para encontrar un empleo o de conseguir mejores remuneraciones. Por otro lado, la falta de recursos obliga a postergar políticas públicas que van en directo apoyo de los grupos más vulnerables de la sociedad.
Todo el esfuerzo por cumplir con las promesas de campaña que incluían un mayor rol del Estado supuestamente financiado con mayores impuestos, llevó a que la política fiscal fuera fuertemente expansiva hasta el tercer trimestre del año pasado. El gasto público creció 6% real en los tres primeros años de gobierno, el déficit fiscal se elevará a más de 3% del PIB y el endeudamiento ha subido significativamente. Como consecuencia, hoy estamos ad portas de la primera reducción en la clasificación de riesgo soberano en la historia de Chile como emisor de deuda.
Es positiva la preocupación por el crecimiento, pero esta debe ser permanente. Los llamados a reducir los ruidos que afectan a la confianza y a la inversión hechos en los últimos días son válidos, pero deben ir dirigidos a los políticos, no a los empresarios, y debiesen ser una constante de la conducción política y económica, no una respuesta de última instancia. También es tardío el llamado oficial a un mayor activismo monetario. Una adecuada coordinación de políticas para una economía como la chilena implica una política fiscal neutra y un mayor rol de la política monetaria para suavizar el ciclo, algo que parece estar reconociéndose recién ahora, cuando los espacios para seguir expandiendo el gasto público se agotaron.
De cara a las elecciones presidenciales es imperioso que no se repitan los errores de los últimos años. El crecimiento y el prestigio internacional en materia de conducción económica no están garantizados. Solo con crecimiento económico será posible hacer frente a las crecientes y legítimas demandas sociales por más y mejores servicios públicos. En consecuencia, los programas de gobierno se deben hacer cargo del problema, generando certidumbre, reglas de juego claras que permitan el desarrollo de la iniciativa privada y promoviendo de forma decisiva medidas que permitan a la economía recuperar su competitividad y liderazgo en resultados económicos.